El candidato ultraderechista a la Presidencia de Brasil, Jair Bolsonaro, reanudó este lunes su campaña en las redes sociales tras haber quedado en una buena posición para ganar el balotaje del 28 de octubre frente al izquierdista Fernando Haddad, un resultado celebrado con fuerza por los mercados.
Quien sea que se imponga a fin de mes, recibirá una economía que sale lentamente de la peor recesión de su historia.
Pero el ritmo ha decepcionado, particularmente en un año marcado por la incertidumbre política y un paro de camioneros que, en diez días, golpeó con fuerza la actividad en el país.
Si en marzo el banco central preveía una expansión de 2,6% en 2018, en junio esa expectativa bajó a 1,6% y en septiembre a 1,4%.
Pero el nuevo gobierno también deberá hacer frente a la depreciación del real, un desempleo que no baja de los dos dígitos y una crisis energética en ciernes.
La mochila económica
La caída de la moneda brasileña, que ha perdido más de 20% de su valor frente al dólar este año, no es azarosa.
Los inversionistas ven debilidades estructurales en Brasil, que han hecho que el país esté entre los grandes golpeados por la pérdida de apetito por activos emergentes, aunque aún lejos de los niveles de Argentina y Turquía.
Entre las causas para el nerviosismo está el déficit fiscal, que pasó de 2% del PIB en 2012 a 10% en 2015, y este año podría cerrar cerca de 8%.
La desconfianza del mercado y la baja del real también han acelerado la inflación, que en agosto superó un 4% por tercer mes consecutivo.
En este contexto, Arturo Curtze, Analista Senior del Área de Inversiones de nuestra consultora hace un alcance, y señala que “el 55% del gasto fiscal brasilero es para financiar pensiones, entonces en la medida en que el nuevo gobierno no sea capaz de realizar una reforma de pensiones, ese déficit fiscal va a seguir estando; el problema es que las expectativas son negativas porque hay muy pocas posibilidades de que se pueda llegar a un acuerdo para modificar la ley de pensiones… ese es el gran “pero” de Brasil”.
Otros indicadores muestran que la profunda recesión que vivió Brasil en 2015 y 2016 no termina de quedar en el pasado.
El desempleo no ha bajado de los dos dígitos en 30 meses y se ha mantenido en torno a 12% a lo largo de 2018.
En tanto, la confianza del consumidor comienza recién a recuperarse a niveles de hace dos años.
Pero el próximo presidente también podría enfrentar una crisis energética, ante el bajo nivel de reservas previsto para las hidroeléctricas del país.
En el subsistema del sudeste/centro-oeste, responsable de 70% de la capacidad de almacenamiento de agua para la generación de energía en Brasil, llegará a noviembre con apenas 22% de capacidad, cuando requiere más de 50% para enfrentar el período seco, alertó la Asociación Nacional de Consumidores de Energía (Anace).